jueves, 26 de marzo de 2009

El fantasma de la telenovela ronda el cine colombiano


Por Carlos Palau

El director de cine caleño, autor de filmes como A la salida nos vemos, Hábitos sucios y El sueño del paraíso, ha sido un perpetuo y lúcido diletante en el tenso diálogo que los artistas del séptimo arte mantienen con sus negociantes, y no en pocas ocasiones se ha enfrentado contra el engranaje equívoco de la llamada industria cinematográfica. Rebelde genuino, sus opiniones le han llevado con frecuencia al potro de tortura y a las reprimendas de la censura. De ahí que su visión de la actual circunstancia de nuestro cine sea muy valiosa.

Este artículo cedido por su autor a Con-Fabulación hace parte de la separata especial sobre Cine Colombiano que será publicada en la revista Número 60.

Mientras el gremio de los cineastas y productores colombianos, donde abunda la hipertrofia de vanidades, junto a exhibidores y directivos que gerencian los dineros y trazan las políticas del cine nacional, no haga una generosa autocrítica de su responsabilidad en lo que se ha denominado el bajonazo del cine nacional, se seguirá echando mano de estadísticas con qué justificar este fracaso.

No se han dado cuenta de que la única neurona que le quedaba al espectador colombiano la han utilizado para descubrir que nuestras películas son igualitas a las telenovelas y que las terminarán emitiendo por televisión un domingo cualquiera.

¿Para qué pagar una boleta a un cine que no aporta ni plantea nada novedoso y que pueden ver gratis?

¿Hasta cuando estos señores van a insistir en la inútil e imposible creación de un cine como industria?

¿Hasta cuándo seguirán despilfarrando miles de millones en un cine que degrada la profesión y el oficio mismo de hacerlo?

Es una vergüenza que los dineros de la cinematografía nacional vayan a parar a los nuevos mercenarios del cine, instalados en Caracol TV y RCN, desde donde se impone una estética que insulta nuestra inteligencia, realizada por calanchines a sueldo sin la menor ética ni conocimiento de la profesión.

Están apoyando un cine de puños, patadas y puñaladas, haciéndoles el juego servil a estas poderosas programadoras y exhibidores, cuando esos dineros deberían destinarse a la creación de una cinematografía que tome riesgos creativos, de bajo presupuesto, que permitiría realizar hasta veinte largometrajes al año y distribuirlos por canales diferentes de los tradicionales y de donde no los echen a patadas.

Así se irá construyendo un público receptivo, abierto a nuevas historias y formas de contar. Lo contrario es seguir de bajonazo en bajonazo, donde sólo sobrevivirán los privilegiados del régimen, que reciben millonadas a manos llenas para enriquecerse aún más.

¿Cómo puede haber una industria del cine si los directores y productores megalómanos se empeñan tercamente en filmar en 35mm, lo que encarece la producción?

¿Cómo se puede pagar un presupuesto de $2.000 millones (US $ 800.000), que es el costo medio de una película colombiana, si no hay espectadores para ello? ¿Por qué persistir en esto? ¿Qué es lo que se esconde detrás de tanta insensatez?

Además, contar con el respaldo publicitario de los dos grandes canales de televisión no es ninguna garantía. Te amo, Ana Elisa, El ángel del acordeón, Nochebuena, Los actores del conflicto, Perro come perro, Ni te cases ni te embarques, lo han tenido y el público no respondió como esperaban. Satanás y Paraíso Travel no llegaron siquiera al punto de equilibrio.

En estas condiciones, obligan al cineasta a ser un perdedor nato y compulsivo con cualquier número de espectadores que entren a la sala. Si uno sólo quiere tener una gran imagen de creador cinematográfico, debe casarse con una modelo o presentadora de farándula, dejarla embarazada y estrenar la película para cuando el bebé nazca, así saldría en todos los noticieros y revistas de farándula. Los teatros se llenarían. Seguro. ¿Se imaginan a Luis Ospina casado con Andrea Serna o Laura Acuña (que escoja él), que la dejara preñada y apareciera al octavo mes de embarazo besándole la barriguita desnuda, en la portada de una de esas revistas rosa, para que su Tigre de papel la vieran millones? Al menos debería intentarlo. Hasta yo iría a verla.

Los únicos que ganan siempre en este negocio nefasto del cine son los exhibidores y los productores, que cobran sueldos millonarios o porcentajes escandalosos por administrar esos dineros públicos, mientras ahuyentan a los inversionistas que jamás recuperarán su dinero y a los que nunca se les advirtió de los riesgos que corrían. Precisamente por ellos se debería modificar la Ley de Cine, con el fin de que sus inversiones tengan el ciento por ciento de beneficio tributario. De esta manera, proyectos de mayor envergadura podrían producirse sin temor a que quien los propicie parezca un vulgar delincuente, como sucede ahora.

Es una obligación que los directivos de Proimágenes y la Dirección de Cinematografía apoyen seriamente la promoción y construcción de nuevos canales independientes de exhibición gratuita en las universidades, colegios, sindicatos, acciones comunales, casas de la cultura, para esta nueva cinematografía alejada de los circuitos tradicionales que únicamente producen irrespeto, dolor y frustración. Es deber de ellos que eso no ocurra más. Que ayuden a respetar a los creadores, que por el solo hecho de darles unos pesos crean que ahí finalizó la tarea. Que los futuros cineastas aprendan que no es importante insistir en que su película se estrene en esas salas donde no se les quiere y no hay quien las vea. Hay vida más allá de los multiplex.

La virgen de los sicarios


Por Carlos Palau

Barbet Schröeder, es uno de los directores contemporáneos más importantes junto a Francis Coppola, Martin Escorsesse y Roman Polansky. Pero también es el más cálido, humano y libre de los tres. Barbet, siempre, en todas las entrevistas que ha dado en estos últimos años ha dicho que de tener y pertenecer a un país ese sería Colombia, donde corrieron los primeros años de su infancia. Allí aprendió a jugar trompo; a montar a caballo en la sabana de Bogotá; largas caminatas con sus padres por la selva amazónica le revelarían un mundo de aventuras que habrían de acompañarlo a lo largo de su vida. Pero allí también conoció el horror cuando comenzaba su adolescencia: vio desde la ventana de su casa cómo saqueaban e incendiaban la capital una vez se conoció el asesinato del líder popular Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. Nunca ha dejado de volver. Su pasión por los toros y los amigos caleños lo trajeron a la feria de CALI en múltiples ocasiones. Nadie se enteró en la plaza nunca que en medio de ese público se encontraba esa fuerza creadora cinematográfica que nos ha regalado películas magistrales con muy distintos temas y estilos, dentro o fuera de los géneros convencionales y con planteamientos de producción documental "in situ" e "in tempo" sobre el general Idi Amín, pero también de un thriller hitchckokiano y delirante Mujer blanca soltera busca... Con El misterior de Von Bulow retrato casi miniaturesco de un personaje histórico controvertido, fue nominado al Oscar. Su protagonista, Jeremy Irons se lo llevó, como mejor actor.

Durante años estuvo buscando una historia, un escritor colombiano que filmar en Colombia. Incluso comenzó a escribir en Cali un guión que se llamaba Machete. Pero tuvo que pasar otras tantas películas en Hollywood, el encuentro vital con Bukowski de donde salió Barfly hasta que un día el cineasta caleño Luis Ospina le puso en sus manos La virgen de los sicarios, diciéndole: "Barbet, esto es para ti". Fue un flechazo, una revelación igual de intenso como el que tuvo con "Bukowski".

La virgen de los sicarios es el más hermoso, el más delirante canto de amor y de condena donde se escucha hasta los confines la voz desgarradora de Fernando Vallejo con la misma de los grandes malditos de la literatura, Lëon Bloy o Genet; Ese lirismo que parece, más allá del apocalíptico cuadro de nuestro país, todo, lo recoge Barbet Schröeder desde su inmensa humanidad para convertirla en una obra maestra que nos conmueve los sentidos, nos desgarra lo que queda del alma.

Durante meses, Barbet se dedicó con un grupo de cineastas colombianos a construir su película. Se instaló en Medellín y con la discreción con la que ha hecho toda su magistral obra comenzó a descubrir a sus protagonistas, las locaciones, la luz y todas las estrategias posibles para lograr un rodaje que no levantase sospechas por lo delicado de la vida en esa hermosa ciudad donde la muerte ronda sin destino fijo.

Barbet, cuando descubrió la nueva tecnología de Alta Definición (AD) quedó totalmente fascinado y la puso en practica en La Virgen. Esta tecnología nos libera de la dictadura del negativo, reduce costos de producción pudiendo tener un grupo reducido a la hora de filmar sin mayores despliegues de reflectores ni maquinarias engorrosas. Es la gran alternativa a todos nosotros, cineastas del tercer mundo. Dice Barbet que la AD da una profundidad de campo con la que Orson Welles y su operador jefe Gregg Toland habrían estado encantados en su época."La AD me ha ayudado a llevar al cine esta idea querida por Vallejo de la realidad enloquecida porque este exceso de realidad, este exceso de profundidad de campo terminan por ser irreales, como si la realidad enloqueciese a fuerza de hiper-realidad" nos agregó el amado maestro.

Al ser el primero en utilizar la AD para un largometraje de ficción ha pagado el precio de semejante elección pues la cámara de AD 24 imágenes, fabricada por George Lucas no existía todavía y él grabó con la misma cámara pero a treinta imágenes por segundo, lo que fue una verdadera pesadilla multiforme en post-producción lo que produce un ligero efecto estroboscopio en las panorámicas demasiado rápidas. Filmó a toda velocidad pues no se podía volver al día siguiente para mejorar ciertas tomas por razones de seguridad y es por eso que las imperfecciones que pueda haber es lo que más le gustan al cineasta logrando una película que no se parece a ninguna otra.

El actor caldense, Germán Jaramillo ha logrado en su primera película construir un personaje, el del propio Fernando Vallejo, memorablemente desgarrador que habrá de quedar para siempre en la historia de la cinematografía mundial. Así como le arrebataron el premio en Venecia cómo mejor actor para otorgárselo a la mediocre actuación de Javier Bardem en esa vacía película sobre el poeta cubano Reinaldo Arenas, también a la película de Barbet se le negó el León de Oro por esos trapicheos y componendas a los que nos tienen acostumbrados los principales festivales de cine europeos.

Barbet Schroeder ha sido siempre un ser generoso y magnánimo como pocos en esta profesión. Fue el quién recomendó al todo omnipresente Gilles Jacob, director del festival de Cannes para que la película Rodrigo D, No futuro, de Víctor Gaviria, que no reunía los requisitos técnicos para estar en tan quisquilloso evento cinematográfico. Barbet dio la pelea contra todos y al mismo tiempo. Así nació, para él mundo, gracias a Barbet, un gran cineasta colombiano.

El amor y la pasión que mantiene Barbet Schröeder con Colombia se siente a lo largo de la película. El respeto con el que asume contarnos esta historia de amor y sus trágicas consecuencias lo mismo que la violencia de ese infernal sub-mundo de los sicarios hacen que su obra crezca en poesía, sentimiento y verdad que es la esencia misma del cineasta Schröeder.

Nunca antes un artista colombiano, porque Barbet lo es, había llegado ha penetrar la finísima frontera donde se nos pierden los olores y sabores de nuestras raíces y lo que queda de un país llevado al abismo por una clase política incompetente ,corrupta responsable de la perdida de generaciones enteras, de vidas que pudieron ser otra cosa distinta que no fueran sicarios, delincuentes, guerrilleros, narcotraficantes o paramilitares.